domingo, 13 de mayo de 2012

Capilla del Espíritu Santo, San Pedro Mártir de Verona, San Lorenzo y San Pedro Apóstol (10)

San Lorenzo o San Llorente fue el primer titular de esta capilla, dado por su primer fundador el arcediano de Castro don Sebastián, quien por su testamento de 1282 declara haberla fundado, y pide ser enterrado en ella. De esta primera etapa no queda ningún testimonio.

En su segunda etapa, la capilla se vincula en 1369 a la casa del Alcaide de los Donceles desde Diego Fernández de Córdoba, alguacil mayor de Córdoba y primer titular de la casa, cuyos restos y los de su mujer doña Inés descansan en este lugar, así como los de María Alfonso de Argote, su nuera. Se le titula entonces del espíritu Santo, pero en vida de su hijo don Martín Fernández de Córdoba pasa a llamarse de San Pedro Mártir, O.P., con los límites que tiene en la actualidad.
De este período es la bella portada y la celosía mudéjar con escudos de la casa y el cabildo de la Catedral, único acceso de la capilla en la Edad media.

La tercera etapa de esta capilla comienza poco antes del pontificado de don pedro Salazar y Góngora, obispo de Córdoba, cuando aún era deán (1724-1728) al hacer éste una tercera fundación con el título de san Pedro Apóstol. En el pavimento puede verse la lápida en mármol gris azulado de su sepultura. Es en esta ocasión cuando se transforma el lugar.
Se abre nueva puerta con cancela a la nave colateral y se colocan los dos retablos, de los que hoy solo queda el de San Pedro.

En el retablo neoclásico de los últimos años del s. XVIII hay un óleo sobre lienzo que representa a San Pedro curando al paralítico, copia italiana del orginal de Cigoli, realizado por encargo de Paulo V. La obra vino de Roma y fue legada a ésta su capilla por don Pedro de Salazar y Góngora en 1706. Encargada por este obispo al pintor Carlos Maratti el año anterior, éste alegó su falta de tiempo, encomendándola a su discípulo Pedro Petra, quien la pintó. Maratti le dio los últimos retoques.

Los únicos restos del altar de San Lorenzo son el frontal del altar en piedra, adosado al muro y frente a la cancela de entrada, y el óleo sobre lienzo que representa el martirio del santo. Unos lo han atribuido a Federico Zúccaro, mientras M. A. Raya lo estima próximo, por los caracteres estilísticos y formales, al italiano Juan Pompeyo, violinista de la capilla catedralicia desde 1709.

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