domingo, 13 de mayo de 2012

Capilla de Santiago y Sagrario (23)

Hasta el s. XVI esta capilla ostentó el título de Santiago por fundación de don Juan Ponce de Cabrera y su mujer doña Inés Enríquez, aunque ya antes había sido sepultado en su solar el obispo Fernando de Mesa (1257-74). No obstante este primer destino, en 1480 el cabildo encargó a tres capitulares efectuar el traslado de la librería capitular desde la capilla de San Clemente a la de Santiago, pero el acuerdo no llegó a tener efecto. Fue en 1505 cuando, por las condiciones de conservación de la capilla de Santiago, los capitulares acordaron acondicionar el lugar para librería.
Pasan 6 años y en 1516 vuelve el cabildo, por tercera vez, a pensar y ordenar la construcción de la biblioteca, mucho más urgente por la donación de libros que había hecho el obispo don Martín Fernández de Angulo (1510-16).
La bóveda se hizo de crucería gótica. El arquitecto usa para las puertas de entrada, como primera excepción en toda la obra conocida de Hernán Ruiz I en la Catedral.
La tercera y central fue replanteada de nuevo en 1571 por Hernán Ruiz III. El escudo de don Marín Fernández de Angulo, colocado en el muro oriental de esta capilla, constituye un homenaje de agradecimiento del cabildo al obispo que mayor y mejor donación de libros hiciera a la biblioteca capitular en toda su historial.

Un nuevo proyecto vino a torcer por tercera vez el destino de su recinto. Se trataba de pasar a él la cura de almas de la feligresía de la Catedral y el Sagrario de la Catedral que, desde el s. XIII, había estado instalado en la capilla colateral de la de San Pedro (mihrab). Según Gómez Bravo, entre junio y noviembre de 1581 se comenzó a trasladar la biblioteca desde este lugar a las cámaras. La documentación sobre el acondicionamiento de la capilla para Sagrario es abundante y luminosa. De 1571 se conserva un contrato con el pintor sevillano Luis de Vadivieso para hacer las pinturas de arcos y bóvedas, del que se ignora todo en cuanto a su posible ejecución. En 1573 el cabildo encarga a Hernán Ruiz III la hechura de la puerta nueva del Sagrario y las peanas y gradas de ella con piedra de jaspe de Sierra Gorda (Puente Genil).

Antes también del pontificado de Pazos se había encargado a Guillermo de Orta, entallador flamenco, la hechura del tabernáculo, en fecha anterior a 1578, día en que se otorga la escritura para pintarlo y dorarlo por Alonso de Ribera, pintor de imaginería, verdadera joya del Renacimiento.

El primer documento sobre la decoración del Sagrario por César Arbasia es de 1583, por mandato del obispo don Antonio de Pazos, aconsejado quizás por Pablo de Céspedes, racionero de la Catedral, con quien había colaborado el pintor en Roma. El pintor empieza inmediatamente la obra de decoración al fresco de la capilla, y en el verano de 1584 ya había terminado de pintar los mártires sobre las paredes del Sagrario y las cartelas del zócalo con las inscripciones que describen sus vidas y martirios, según testimonio de Ambrosio de Morales.

El obispo Pazos quería proporcionar un mayor prestigio y luminosidad a la capilla y para ello contrató con Juan de Ochoa, maestro de cantería, en 1585, la hechura de un amplio lucernario sobre los tres intercolumnios de la nave 2, inmediatos a la reja central del Sagrario, adornado en sus lados norte y sur con escudos del obispo Pazos, sostenido por dos virtudes reclinadas. En el proyecto de esta obra estaba contenida una nueva aportación de César Arbasia: la pintura al fresco de la bóveda, de las paredes y arcos que están delante de la capilla, y el dorado y pintura de las tres rejas de las puertas y del barandal del comulgatorio, obra que se contrata en 1586. Estos frescos de la nave, en los que colaboraron Antonio Mohedano y los hermanos Giovanni Battista y Francisco Peroli, estaban en muy mal estado ya en 1713, cuando Acisclo A. Palomino los vio, y fueron borrados completamente en el s. XIX. Hoy no se percibe vestigio alguno de ellos.

En la nave central y sobre el tabernáculo se halla el gran fresco de la Santa Cena mas las figuras de dos profetas que flanquean la puerta de acceso al tabernáculo. El fresco de la cena se enmarcó posteriormente con una gran cornucopia barroca del s. XVIII, y los profetas en dos hornacinas.

El resto del programa es producto del reciente hallazgo de las reliquias de los mártires de Córdoba en la iglesia de San Pedro (1575), el descubrimiento y edición de las obras de San Eulogio por Ambrosio de Moreales (1574) y la devoción del obispo Pazos, quien, unos meses después de su toma de posesión, en 1583, propone y consigue la aprobación del culto a los mártires cordobeses.

En el lado de la epístola se encuentra al fondo el cuadro de la horación en el huerto sobre grabado de Durero, y en el que de la nave del Evangelio otro oleo sobre lienzo con Jesús despidiéndose de su Madre para ir a padecer, presentándose como modelo de los mártires. La serie de mártires en grupos de tres pintada al fresco en las otras tres paredes se desarrolla cronológicamente a partir del tramo suroeste. Los graves daños causados en toda la capilla por la humedad y por la incuria se unieron a los causados por una “restauración” llevada a cabo en el s.XIX, que afectó sobre todo a las figuras de los santos. En la pared este sobresalen las figuras de Acisclo, Victoria, Fausto y Flora. La representación de Santa Victoria se considera la de más alta calidad de todo el conjunto: su actitud es serena y compuesta y su vestido demuestra un noble virtuosimo por parte del pintor, que recuerda las telas luminosas y cambiantes pintadas por Savoldo. En la pared oeste resalta el grupo de mártires que cierra la serie , en particular las figuras de Eulogio y de Leocricia, la joven musulmana convertida al cristanismo por el santo. Detrás de ella, en el fondo se divisan los arcos de la antigua Mezquita de Córdoba en alusión a su origen. También para esta figura tuvo presenta una obra de Savoldo, la Magdalena.

En el luneto sobre cada grupo de mártires se encuentra una decoración paisajística, campo en el que Arbasia había adquirido una gran fama, considerándosele en Italia como especialista en este tipo de decoración.

Se puede confrontar con otras pinturas paisajísticas de Arbasia como las de la iglesia de Trinitá dei Monti, del Palacio del Vaticano, y, más tarde, del castillo de Lagnasco.

Los intradoses de los arcos están pintados con una decoración de grutescos, ángeles y símbolos de la Pasión. Aunque parcialmente repintados, los intradoses conservan la decoración original con motivos típicamente manieristas. Aquí y en las arquitecturas fingidas que enmarcan los lienzos y las puertas laterales es más probable que en cualquier otra parte de la intervención de ayudantes.

En la decoración al fresco de la bóveda se empleó un motivo de ángeles sobre un fondo de cielo, motivo que el mismo Arbasia utilizó en la bóveda del coro de la Abadía de San Pietro en Sivigliano (Cuneo) en 1602. La atribución a Arbasia de los frescos de las bócedas viene confirmada por el ya citado Ambrosio de Morales : “por un pintor piamontés llamado Cesar Erbasia (sic) se doraron y pintaron las bóvedas con un cielo de ángeles”. Los 5 angeles lampadarios – cuatro sobre los arcos de la nave centra y uno pendiente de la bóveda central- fueron encargados por D. Juan Gómez Bravo como obrero de la Fábrica en 1727, dorados y esrofados por Gabriel de Cobaleda.

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